jueves, 14 de mayo de 2009

DESDE LA CAPITAL, CON AMOR

Ya comienza el buen tiempo. Con él las largas noches de estudio y los exámenes de junio. Zaragoza se prepara para volver a soportar un verano más. Un caluroso verano inaguantable en la capital mundial del cierzo, que se parece a cualquier ciudad africana cuando los meses de la 'jota' se acercan.
Esperando que el curso acabe bien y con ganas de estar un tiempo largo en la villa. No me gusta Zaragoza, no me gusta el frío que hace en invierno, la lluvia y viento de otoño y el calor de verano. No me gusta por una simple razón: aquí todo es extremo. No hay término medio. Cuando en Zaragoza hace frío, hace frío. Cuando hace calor, prepárate. Cuando llueve, el Ebro causa miedo en la margen izquierda y cuando sopla el cierzo con ganas, los puentes que cruzan la ciudad están notablemente despoblados: por si acaso, que no sé nadar muy bien.
No sé muy bien porqué, pero Zaragoza no es del todo de mi agrado.

Curioso es el caso de la gente. Cientos, miles de viandantes circulan día y noche por las calles de la ciudad. Por la mañana, la tercera edad predomina en las calles. Las típicas abuelas que van a comprar de mañanas o los maridos de éstas que van a juntarse con los amigos y a comprar el periódico dejan paso a la juventud de todo tipo y edad (pongamos juventud de 15 a 50 años) por la tarde, que predomina en las calles zaragozanas, más aún en verano.
Por la noche, el número de viandantes baja. Muchos menos caminan por las calles pero curiosamente un alto porcentaje son inmigrantes. Curioso el caso del sector inmigrante, que prefiere la luz de la luna y la tranquilidad de la noche cheposa para disfrutar de un paseo que el día.
Pero en una ciudad no hay cosa más incómoda que encontrarte con un vecino en el ascensor. Además del educado saludo, el tiempo es el tema más hablado en ascensores con vecinos desconocidos. Después de comentar el frío extremo que hace en Zaragoza, miras la pantallita y esperas a que la flechita suba, lo más rápido posible, a uno de los dos pisos de destino. Cuando llega, el alivio se nota y la incomodidad se esfuma. Dices adiós y cuando llegas a casa te das cuenta del calor que hace fuera. Las terrazas llenas, los pájaros pían y tú, en pleno junio, estudiando para poder aprobar los exámenes. Viva Zaragoza.


EL TIEMPO DE AYERBE EN CNI