lunes, 19 de octubre de 2009

CEMENTERIOS DE INSECTOS

El otro día, mientras iba de co-piloto en un coche cualquiera, comencé a pensar en lo jodidamente corta que es la vida de los insectos, pero sobre todo, la de los mosquitos, moscas y mariposas, además de abejas, avispas, abejorros y tábanos que habitan en las inmediaciones de las carreteras. Mientras oteaba el horizonte y contemplaba un paisaje cualquiera de cualquier lugar del mundo (no te vayas tan lejos, que era más cerca), observé la cantidad de restos insectívoros (o de insectos) que habían quedado impregnados en la luna delantera del coche en el que iba. Entenderéis que no lo descubrí ese día, sino que nunca me había parado a pensar en profundidad en este hecho cotidiano y normal.


Imagina. Tú estás tan tranquilo por la calle, por tu calle. Vas a comprar el pan y de repente, como salido de la nada, un gigantesco avión mil veces más grande que tú (o diez mil) llega y sin poder reaccionar de ninguna manera te aplasta y te hace puré. Tú, tranquilo ciudadano de bien, que fuiste a comprar el pan para tener contenta a tu mujer, a tu novia, madre o abuela, que paseabas tranquilamente por tu hábitat natural, eres en cuestión de segundos nada, polvo, líquido. Puré. ¿Por qué le tiene que pasar eso a millones, no, a miles de millones de insectos de todo tipo en cualquier lugar del planeta día tras día todos los del año? No lo sé. ¿Acaso su vida es tan larga? No creo. Por lo que tengo entendido, varios días, -echándolo largo- son los que puede vivir una mosca. Más largo creo que será el de las abejas. Aún así, muchos mueren prematuramente debido a los inconscientes humanos que conducen sus automóviles sin importarles lo más mínimo el reino animal.


Desde hoy, cada vez que cojáis el coche, id con precaución. Pensad en los miles de millones de insectos que arrollaréis y pasaréis por la túrmix en vuestro trayecto. No corráis al volante y tened cuidado. Ellos no lo merecen.

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